Quizás esta mañana iba más tranquilo que las otras dos veces que hemos tenido que sacar sangre al pequeño JAN.
Le tenían que sacar para los análisis del tiroides y alguna otra cosa.
Yo lo paso siempre muy mal, la verdad es que el sentir la calma de Mónica me tranquiliza.
Por fin ha tocado su número para entrar, Mónica entra en brazos con nuestro hijo y yo me tengo que quedar fuera.
Pasa un rato. Entre los varios llantos y gritos de niños, distingo claramente el de mi hijo. Todo mi cuerpo se tensa. Dejo de escucharlo.
Al poco vuelvo a oirlo. Me empiezo a inquietar, están tardando mucho.
Al rato se abre la puerta y salen los dos, Mónica está con la cara desencajada y JAN está rotito, como si acabara de salir del ring.
Resulta que al final le han tenido que pinchar dos veces. La primera fue en el bracito, pero no salió suficiente sangre. Así que según me contó Mónica le envolvieron con una sábana y le pincharon en el cuello.
Cuando Mónica me lo contó me impresionó muchísmo. ¡Menudo agobio!
Él se ha recuperado perfectamente.
Bueno, una inyección más de las muchas que por desgracia le van a tener que hacer en su vida.
¡JAN, eres un valiente!
En el Niño Jesús pinchan muchas veces en el cuello, que aunque dramático es efectivo.
Cuando una vez nos dijeron que iban a pincharla así, yo que soy personal sanitario me salí fuera, y el papa que es bastante fuerte en estas situaciones se quedo pero encogidito.