Cuando era pequeño no hay cosa que me gustara más que mi padre me tirara por los aires en el agua.
Me lanzaba volando y yo era feliz, por unos instantes sentía la libertad de volar.
A JAN hace unos años que le lanzo y le flipa también.
Cuento hasta tres y le tiro por los aires.
Cuando sale del agua se parte de risa y me pide que le vuelva a tirar: «un, dos, tres«.
Me encanta verle disfrutar y me recuerda a mi de pequeño.